“Mulan”, el disparate

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Con miras a actualizar la imagen de la mujer en las películas de Disney, la casa productora ideó una nueva versión de Mulan, en vez de dibujos animados, con actores de carne y hueso, de acuerdo con la imagen de la mujer guerrera que se ha ido imponiendo en Hollywood.

Entretanto, ocurrió el MeToo y demás movimientos contra los estereotipos femeninos, y así la historia de la legendaria heroína china, basada en la antigua balada, venía como anillo al dedo, o por lo menos eso les pareció a los productores.

La historia recurre a la leyenda de Mulan, que combina aspectos de la moral confucionista –valores familiares, respeto al padre y lealtad total al emperador–, con una ruptura total del código patriarcal cuando una joven entrenada en las artes marciales se disfraza, tal la Monja Alférez, de guerrera, y lucha contra los rebeldes para salvar al emperador. Mulan (Estados Unidos, 2019) enfatiza el conflicto de base, la deshonra para el ejército por tener en sus filas a una mujer, y el extraordinario valor y dotes militares de esta hija de familia.

Disney quiso hacer su tarea lo mejor que pudo, contrató a un equipo de guionistas, diseñadores, expertos en cultura china, se organizó un reparto de actores, todos chinos o de origen chino, estrellas –probadas y conocidas por Hollywood, como Jet Li (el emperador), por desgracia ya muy enfermo para mostrar su talento en el arte de wuxian, o a veteranos como Donnie Yen–; único riesgo es la protagonista misma, la sino-americana Liu Yifei.

La dirección tenía, de acuerdo con la mercadotecnia, que quedar a cargo de una mujer, pero una cosa es que una mujer haga cine porque tiene algo que decir, y otra que la elijan sólo para llenar el requisito de género; Niki Caro hizo lo que pudo, pero pudo poco.

Dos golpes han resultado durísimos para esta superproducción de 200 millones de dólares (la más cara de Disney): la pandemia, por la dificultad de venta y distribución, y la mala reputación que la política china enfrenta, como los campos de concentración de uigures en Xinjiang, región donde fue rodada parte de la película; el tiro de gracia lo dio la actriz Liu Yifei cuando apoyó públicamente las atrocidades de la policía en las manifestaciones de Hong Kong.

Las acusaciones de oportunismo y doble moral contra Disney no son gratuitas; lo peor es que los creadores ni cuenta se dieron de dónde se metían. A Niki Caro se le reconoce el esfuerzo que hizo por mantener la dignidad y la coherencia de la protagonista que bajo su disfraz de soldado nunca pierde su feminidad, cosa nueva dentro de la actual tendencia de Hollywood. En las escazas secuencias entre la bruja (Gong Li) y Mulan, la química es fuerte, pero el desperdicio de la actriz fetiche de Zhang Yimou resulta patético.

¿Se habrán enterado Disney y el equipo de Mulan que el cine chino, sobre todo de Hong Kong, registra una larguísima y estupenda lista de películas de mujeres combatientes, expertas en artes marciales? Alguien lo habrá sugerido, lo prueba la inclusión de Cheng Pei pei como la casamentera, pero la protagonista de Un toque de zen (1971), que no permitía que la doblaran en las escenas de combate, ni se nota.

Mulan ya se puede ver en sitios de internet.

Texto publicado el 13 de septiembre en la edición 2289 de la revista Proceso.

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