En la exhibición del avión presidencial José María Morelos y Pavón realizada el 27 de julio último, la aeronave lució en su interior equipo y accesorios de lujo que no tenía el 2 de diciembre de 2018, cuando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador –recién asumido el poder– la presentó a los medios de comunicación. Dos versiones de la costosa aeronave y un show mediático.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Dos recorridos por el avión presidencial, con 20 meses de distancia, sirven de referente al discurso presidencial sobre el lujo y la ostentación de quienes lo antecedieron… aunque con diferencias en la decoración, la disposición y hasta las ropas de cama.
El 2 de diciembre de 2018, un día después de tomar posesión y uno antes de enviar el avión presidencial a un hangar en Victorville, California, el gobierno de la República, por conducto de la Secretaría de Hacienda, convocó a reporteros a un recorrido por el Boeing Dreamliner 787-8, matriculado como TP-01, la aeronave que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha tomado como ejemplo de “ostentación”, “derroche” y “fantochería”.
Ya desde 2016, siendo presidente del Consejo Nacional de Morena, López Obrador lanzó aquel espot con el que popularizó la frase: “Ese avión no lo tiene ni Obama”, que debió ser bajado por orden de las autoridades electorales, pero que él mantuvo en discursos, variando luego la frase a: “No lo tiene ni Trump”, hasta su campaña de 2018, cuando solía prometer en cada mitin: “No me subiré al avión presidencial”.
Adquirido al finalizar la administración de Felipe Calderón, recibido en la de Enrique Peña Nieto, el avión presidencial costó, a crédito, 127 millones de dólares (la deuda se seguirá pagando hasta 2027, si no se vende), además del hangar de mil millones de pesos, cuya edificación fue adjudicada a Juan Armando Hinojosa Cantú, contratista consentido del peñismo e identificado como constructor y financiero en el reportaje de Aristegui Noticias, “La casa blanca de Peña Nieto”.
Los escenarios
Blanca la casa, blanco el hangar, blancas las oficinas presidenciales aledañas… El recorrido del 2 de diciembre de 2018 permitía observar el avión –desmantelado como la Residencia Oficial de Los Pinos, el otro símbolo abierto al conocimiento público un día antes– que tenía cubiertos sus sillones que se adivinaban cómodos bajo las mantas café que los resguardaban. No había ahí cojines ni tablets.
Descubierta la alcoba presidencial, su cama king size estaba sin colchón ni ropas; vacío el baño privado y sin los enseres para la higiene ni el perfume del jefe de Estado, cuyos sillones exclusivos se advertían sin las decoraciones que, en el nuevo recorrido, el del 27 de julio pasado, fueron colocadas para la ocasión.
Y es que ese día la Presidencia de la República convocó al nuevo recorrido para mostrar “cómo se malgobernaba el país”; con “exceso”, según el presidente López Obrador. La compra del avión fue, a su parecer, “un acto de prepotencia”, “oneroso y ofensivo”, dijo.
Para la segunda visita la alcoba presidencial ya tuvo colchón y ropas de cama; el baño, follajes, incluso kleenex y toallas. Dispuesta ahí, la caminadora, banda sin fin que hace 20 meses no estaba.
Hubo, en la segunda vuelta, cojines que, como las almohadas de la recámara, destacan por su aspecto atigrado en el dorado, café y amarillentos tonos en las rayas.
Los sillones estaban descubiertos, con cojines dispuestos en el despacho presidencial, así como macetas decorativas con orquídeas y follajes frente a “la silla” utilizada en cada vuelo. Por toda la nave se veían encendidas las tablets y pantallas.
Aunque en el recorrido de diciembre de 2018 López Obrador dijo que lo abrieron para mostrar “la extravagancia”, la posición oficial hoy es que “en aquella ocasión se presentó para ver cómo se iba a ir (a Victorville, California). Ahora, el objetivo era conocer las condiciones de la aeronave, por eso estaban a bordo todas las pantallas encendidas, así como la tripulación, incluidos los sobrecargos”.
Así, el coronel Francisco Enríquez Rojas, director de Comunicación Social de la Secretaría de la Defensa Nacional (la nave está a cargo de la Fuerza Aérea Mexicana), rechaza que el recorrido del 27 de julio haya implicado gasto en la decoración para un espectáculo armado para la ocasión.
“Lo que se hizo fue encender todos los electrónicos (pantallas y tablets) y lo que ahí se ve es parte del equipamiento del avión, no hubo gasto para eso”.
A casi 20 meses de su estancia en el hangar de California –que implicó un costo cercano a 1 millón 200 mil dólares–, la aeronave está de regreso en el hangar presidencial, con un sorteo alusivo que apenas ha logrado vender 25% del boletaje y, oficialmente, con nuevas ofertas de compra.
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