CMONTERREY, N.L. (apro).- Arvin es un buen chico, pero la vida lo ha tratado francamente mal. Se comporta con rectitud, reverencia a sus padres, hace sus deberes y protege a los suyos. Pero el destino hace que de manera permanente se rodee, de niño y de joven, de personas malvadas.
Inexplicablemente, Arvin (Tom Holland) está cercado de situaciones violentas. El dolor lo persigue desde que es pequeño. Su padre (Billy Skarsgard) es un veterano de guerra que también quiere hacer lo correcto, pero la vida y la desesperación lo hacen tomar decisiones erróneas, por traumas que arrastró desde que estaba en combate.
Parece que el muchacho ha heredado la fatalidad. Aunque se desplaza de ciudad, sigue condicionado por hechos que lo hacen crecer con una terrible tristeza. Parece que está negado para ser feliz.
Antonio Campos adapta para la pantalla la novela homónima El Diablo a Todas Horas (The Devil All the Time), una tremenda producción de Netflix. Sórdida, oscura, bordeando casi el género del terror, la cinta establece impactantes contrastes, al colocar en escenarios de furia destructiva a personas que tienen apariencia normal.
El conjunto de personajes bizarros luce como ensamble de una historia sobrenatural, aunque en realidad sólo es la crónica de los días de un chico con mala estrella.
La acción se desarrolla en los suburbios de Ohio y Virginia Occidental, en pueblitos que parecen el patio trasero del país, que emerge de sus conflictos bélicos sucesivos. Son los años 50 y 60 y parece que la nación está enferma de violencia. Abundan las personas insanas y también quienes anhelan sentir algo de esperanza.
El buen Arvin cruza caminos tenebrosos con un predicador crápula, así como una pandilla de bullys, una pareja de asesinos seriales y un policía que busca venganza para su hermana criminal.
Su viaje a través de los escasos años es tortuoso. Parece que va en un potro desbocado, y aunque se quiere bajar, no puede. Lo que le queda es continuar y ajustarse, tratando de superar las barreras, muchas veces respondiendo con violencia. El recorrido es circular, condenándolo a pasar por el drama una y otra vez, sorteando los numerosos retos morales que la conciencia lo obliga a enfrentar. Por giros muy bien elaborados del autor de la célebre novela, Donald Ray Pollock (la voz narrativa), cada uno de esos tipos siniestros cumple con una cita ineludible con el castigo.
El ensamble es afortunadísimo. Junto a Tom Holland brillan los bizarros personajes interpretados por Robert Pattinson, Jason Clarke, Sebastian Stan, Riley Keough, Harry Melling, todos despreciables, todos magníficos.
El Diablo a Todas Horas es un gran lanzamiento. No hay escapatoria para estos seres humanos llamados a convivir con la fatalidad.
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