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Historias de pandemia (II): Cómo escapar del estricto confinamiento
30 de marzo del 2020. Martín Borrego, director general de América del Sur de la SRE, se encontraba en lo que era el Hangar Presidencial, en la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Eran las 2 de la mañana. Estaba por vivir algo que jamás imaginó: viajaría a Argentina, en un avión de la Sedena, que llevaría de regreso a viajeros argentinos varados en México, y que debía recoger a mexicanos atorados en aquel país.
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“Este fue el primer vuelo, de un total de ocho, que hicimos con Sedena. Fue toda una situación: Argentina pedía pruebas de no-Covid, formatos, requisitos de salud… Vi llegar a los comandantes todos blindados con sus trajes, y yo ahí, nada más con mi cubrebocas y mi mochila”, recordó Borrego. En esa fecha, en México apenas se empezaba a hablar de una posible cuarentena.
Pero no sólo se trataba de pedir aviones militares: se tenían que resolver más detalles. Por ejemplo, Argentina y Chile pedían que la tripulación descansara al menos 24 horas, después de aterrizar, así que la SRE tuvo que organizar, en ese primer ‘rescate’, la estancia y el cómo moverse en esos países: no había transporte, no había taxis, ni dónde comer…
“Buenos Aires era una ciudad desierta; hasta para ir al supermercado tenías que tener un salvoconducto, y sólo podías ir al de tu calle y uno por grupo. Me impactó tanta restricción”, agregó Borrego, quien recuerda que iban contra reloj: no podían llegar tarde al aeropuerto pues tenían que hacer escala en Chile, en el aeropuerto de Guayaquil, y ahí tenían que adaptarse a otras restricciones.
“En Chile no había descenso de pasajeros, solamente subían. Ese aeropuerto cerraba a las 5 de la tarde, así que si nos atrasábamos tendríamos que dormir en ese país y con la pandemia se volvería una complicación”, dijo. Casos similares vivieron en Bolivia, Colombia y Perú, en donde se tuvieron que hacer todo tipo de negociaciones, adaptándose al cierre de fronteras y toques de queda.
Incluso, Ecuador y Colombia, junto con Venezuela, son de los países que han tenido más restricciones. “Me tocó gestionar vuelos vacíos: nosotros mandábamos aviones sin gente a esos países porque no dejaban que entrara nadie. Sólo llegábamos para llevarnos a nuestros connacionales”.
También la geografía
En otros casos, se han tenido que sortear condiciones geográficas. “¡Las alturas! No puede llegar cualquier avión a La Paz (Bolivia), ni siquiera la fuerza aérea, entonces tuvimos que llegar a Cochabamba… ese traslado fue una verdadera aventura”.
Algo similar sucedió en Perú, porque para llegar a Cusco se necesita un permiso especial para aterrizar. “Y nosotros no lo teníamos; es una medida de seguridad. Así que tuvimos que llegar a Arequipa, el aeropuerto más cercano, a 10 horas en carretera. Teníamos 450 personas atoradas en Perú y la embajada no podía desplazarse a Cusco en donde estaban muchos”.
Y es que muchos mexicanos varados estaban en ciudades pequeñas o turísticas, alejadas de los aeropuertos o carreteras, así que antes de pensar en ir por ellos, se tenía que acordar la logística para acercarlos a donde se les pudiera recoger.
Fue el caso de una mexicana de edad avanzada, atorada en Perú, cuyo esposo había fallecido allá por Covid-19. También el de una persona que se encontraba en El Fin del mundo, en una de las provincias más alejadas de Argentina, visitando familiares. Borrego contó que ahí tuvieron que apelar al gobierno argentino para que, con un avión militar de ellos, acercaran a la persona a Buenos Aires pues al viajero no podía aguantar un viaje por tierra de más de 8-10 horas y no había aviones comerciales.
“Algunos casos han sobresalido por su complejidad. Uno de los retos más grandes fue monitorear la situación de mexicanos en la India, por la dimensión poblacional y extensión geográfica. Otro caso se vivió en Marruecos, desde donde salió un buen número de nacionales por la vía marítima, llegando a España”, explicó la SRE.
La clave: las negociaciones
Cuando los mexicanos están varados en países complicados, sea por restricciones, geografía, o bien, cuando no suman una masa crítica, negocian con las embajadas y aerolíneas. Por ejemplo, con ayuda de COPA, lograron que de Panamá sacaran a estadounidenses y canadienses, utilizando rutas mexicanas de vuelo. “Así trajimos a 25 mexicanos que estaban en Paraguay”.
Borrego explica que al principio, los que solicitaban regresar eran turistas, y a quienes las aerolíneas les cancelaron sus vuelos. Muchos de ellos tenían un presupuesto limitado para estar en los hoteles o no encontraban en donde hospedarse, pues los rechazaban por temor a contagios o les pedían certificados de salud imposibles de gestionar.
“Las embajadas mexicanas negociamos con algunos hoteles, e incluso, con caseros de Airbnb. Y hasta con las aerolíneas, a quienes no podemos obligar a volar (eso representa costos ellos) pero sí hemos podido apoyarlas con exención de impuestos”.
Con Aeroméxico, por ejemplo, han logrado que abran espacios en sus vuelos comerciales para traer a gente enferma, que esté en indigencia o que tenga una emergencia familiar…
Y han negociado más de 100 vuelos solidarios comerciales, con diferentes aerolíneas, los cuales aún continúan. La SRE no los paga, pues el costo lo absorbe el pasajero, pero sí consiguen que se generen tarifas más bajas y aporta los alimentos e insumos (tapabocas, gel, etc) para los viajeros. En estos acuerdos está el apoyo de la agencia Mundo Joven, quienes firman contratos con líneas aéreas, a veces Aeroméxico, a veces regionales, porque la SRE no está facultada para hacer eso.
El director general de América del Sur de la SRE cuenta que también crearon el ‘sistema de ahijados’, un ejercicio que iniciaron en Argentina y que después repitieron en Chile y Perú. Consiste en que los diplomáticos y cónsules de las embajadas se reparten la base de datos de los viajeros varados para hablar directamente con ellos y atender sus casos. “Porque efectivamente, atenderlos a todos por teléfono es complicado: siempre está ocupado”, confiesa Borrego.
Asimismo, se apoyaron con la sociedad civil y los mormones (la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días), que debido a que tienen muchos misioneros en el mundo, podían conseguir vuelos y rutas para varados.
Cómo mover estudiantes
Los casos de estudiantes en el extranjero fueron, según Borrego, también especiales. Algunos han querido permanecer fuera para no perder su lugar, confiando que quizás la pandemia pasara pronto. Algunos han pedido volver, pero no siempre tienen los recursos para hacerlo.
“Negociamos con la UNAM, las universidades de Aguascalientes, Puebla, Guadalajara, Veracruz. Colima, Sonora, Estado de México y Ciudad Juárez, para que absorbieran una parte del costo o el total de vuelos comerciales. E incentivamos a que a través de sociedades estudiantiles encontraran recursos o apoyo. La decisión de cómo salir o quedarse ha sido de ellos”.
Atrapados en altamar
Para quienes se quedaron varados en cruceros, la historia fue otra. Fue el caso de José y Marcos, que viajaban en el crucero Marella Explorer 2, por mera diversión. No contaban con que su viaje se convertiría en un confinamiento: de pronto, un día recibieron la indicación que no podían salir de su camarote porque un virus estaba matando gente en todo el mundo. Se sintieron muy agobiados: si alguien en la tripulación se enfermaba, todos se contagiarían sin remedio.
Estos jóvenes pidieron no dar a conocer su historia con mayor detalle, pues temen que sus familiares se asusten o preocupen más por lo que vivieron. “Hubo auténticos momentos de claustrofobia y miedo. Estábamos atorados a medio mar: ningún país quería dejarnos bajar por temor a que estuviéramos contagiados”.
Bernardo Aguilar Calvo, director general para Europa de la Secretaría de Relaciones Exteriores, narró el 20 de junio, en el periódico Reforma, que la repatriación de los tripulantes de esos cruceros fue todo un reto: reubicaron a 1,200 mexicanos y a 1,500 extranjeros, de 60 países en 5 continentes, con labores conjuntas con la SCT, al Secretaria de Salud y la Semar, así como con navieras y aerolíneas, gobiernos y cuerpos diplomáticos.
“Cuando llegamos a Ciudad de México, después de pasar por Londres y llegar al puerto de Mérida, no lo podíamos creer. ¡La habíamos librado! Lo gacho es que no podíamos abrazar a nadie para celebrar”, dijeron José y Marcos.
La ruta del retorno
Así han regresado mexicanos varados en América Latina, apoyados por el gobierno:
- Entre marzo y abril se hicieron 8 vuelos humanitarios con la fuerza aérea mexicana, cada uno con capacidad para 160 pasajeros. Viajaron a Argentina, Bolivia, Chile y Perú, en donde las fronteras estaban totalmente cerradas y estaban prohibidos los vuelos comerciales. Nunca se hicieron este tipo de acciones en Europa o Asia.
- Se hicieron 33 vuelos con ayuda del Instituto Nacional de Migración, que tienen un contrato con una compañía aérea para subrentar vuelos charters para el retorno de migrantes. Recogieron mexicanos en Perú, Colombia, Ecuador, Centroamérica y algunas islas.
- Un vuelo de la fuerza aérea de Ecuador, que iba a Estados Unidos a recoger gente, hizo una parada en México a cargar combustible; con negociaciones, trajo mexicanos de vuelta.
- Se crearon 3 rutas conjuntas con acuerdos de buena voluntad. 1) México-Argentina-Uruguay-Chile. México llevó argentinos y uruguayos a Buenos Aires; aviones de las fuerzas armadas de Uruguay recogieron a los uruguayos en México, y a su vez, acercaron a los mexicanos varados en Uruguay. Luego, México llevó chilenos varados en Buenos Aires a Santiago, y en esa ciudad, recogió mexicanos. 2) Ruta México-Colombia-Ecuador y 3) México-Perú-Bolivia.
- Aunque las relaciones diplomáticas entre Bolivia y México no son de lo mejor actualmente, la SRE logró que 200 bolivianos varados en México y 162 mexicanos en Bolivia, pudieran regresar a casa: Bolivia puso la mayor parte de los costos, y México las facilidades y el transporte terrestre, así como la comida.
(Al cierre de esta edición, ninguno de los mexicanos contactados, que fueron apoyados por el gobierno para regresar a casa, estuvo disponible para compartir su experiencia).
Historias de pandemia (II): Cómo escapar del estricto confinamiento
Forbes Staff
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