Murió la actriz Olivia de Havilland, amor imposible de “El Indio” Fernández

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- La actriz Olivia de Havilland, interprete de Melanie Hamilton Wilkes en la ya clásica película Lo que el viento se llevó (1939) y amor platónico de Emilio El Indio Fernández, falleció por causas naturales a la edad de 104 años en su residencia en la ciudad de París donde radicaba desde hace más de 60 años.

Ganadora en dos ocasiones del premio Oscar por sus intervenciones en La vida íntima de Julia Norris, de 1946, y La Heredera, de 1949, Havilland nació en Tokio en 1916, en donde su padre, Walter de Havilland -de nacionalidad británica-, ejercía como abogado y diplomático.

Hija y hermana de las también actrices Lilian Rusel y Joan Fontaine, respectivamente, con quienes no mantuvo buena relación, Havilland debutó en Sueño de una noche de verano (1935), y le siguió una trayectoria en cintas como Si no amaneciera (1941), Nido de víboras (1948).

Asimismo, actuó al lado de Errol Flynn, el famoso interprete de Robin Hood, en El capitán Blood (1935), Robin de los Bosques (1938), y Dodge, ciudad sin ley (1939), por mencionar algunas de las más de 60 películas y series de televisión en las cuales intervino antes de su retiro en 1988.

En Lo que el viento se llevó, al lado del Clark Gable, le tocó ser una dulce y compasiva mujer cuyo carácter contrastaba con la voluntariosa Scarlett O’Hara, que tocó interpretar a Vivien Leigh.

Havilland fue el amor platónico del realizador mexicano El Indio Fernández, quien le puso a la calle donde construyó su casa en el centro de Coyoacán el nombre de “Dulce Olivia”, que hasta hoy conserva, según él con la anuencia del entonces jefe de Departamento del Distrito Federal, Fernando Casas Alemán.

El 24 de agosto de 1996, Proceso publicó que la calle, ubicada en terrenos aledaños a su propiedad, fue ocupada por el cineasta, quien la hizo cerrada. En 1956 el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines la recuperó, pero El Indio le solicitó se le regresara.

En la actualidad, Dulce Olivia ocupa parte del exterior de la casa de Fernández, en la esquina con Ignacio Zaragoza y tiene un tramo de seis calles hasta Ayuntamiento. Pese a haberlo solicitado al presidente Ruiz Cortines, la corta calle no se sumó a la propiedad del director, pero está cerrada al tránsito vehicular justo del lado de su mansión.

En el mismo número de la revista se cuenta que Atenea Theodorakis, nieta del director, encontró en sus documentos personales en la casa de Coyoacán, un borrador en inglés de una carta dirigida a la actriz, fechado en 1946, escrito en máquina y con correcciones a mano, que dice:

“Querida Señorita Olivia:

“Hoy han pasado cuatro meses y dieciocho días desde que le escribí la última vez. De alguna manera, parece más tiempo, y al mismo tiempo parece un ayer; y parece solamente un ayer porque cuando alguien o algo persiste en los pensamientos de uno, es como si el tiempo no pasara. Durante todos esos días ha habido un deseo latente y sin esperanza en mí, la suave intensidad de mi realidad interna, de todos mis pensamientos y mi sentir que son mi intimidad y mi vida real, tal vez no han desaparecido del todo en el amplio espacio que cruzaron para ir hacia usted.

“Tal vez una pequeña gota de su luz la hayan alcanzado para decirle una vez más de mi existencia vacía, como una gota solitaria de lluvia en el rostro anunciando la lluvia. Pero tal vez ni siquiera esa gota llegó a su destino predestinado y se perdió en el espacio para acompañar a sus hermanas, que navegan en la tristeza a través de la distancia solitaria, para nunca alcanzarla y nunca regresar a mí, para curar la soledad en aumento de mi alma.

“Pero el alma solitaria también se encuentra hambrienta de vida, con la urgencia de hacer nacer fuerzas que hagan que el alma pueda robar un último rayo de esperanza de las sombras atemorizantes de la desesperanza Y esa es la razón por la cual le escribo una vez más, señorita Olivia.

“Hace casi un año, el amable cartero me trajo una fotografía de usted Eso me hizo muy feliz. Al paso de los días y de una forma que parecía irreal, otra vez en diferentes ocasiones, el amable cartero me trajo tres cartas de usted. Ellas me llenaron de asombro e incredulidad, porque parecía insólito que una persona como usted tuviese el tiempo para gastar en un desconocido, extraño y remoto, y yo me sentí agradecido.

“Su trabajo y su carrera deben absorberla siempre, y ningún elemento distractor debe penetrar en su círculo interno de pensamientos. Durante los últimos cuatro meses y diez y ocho días, muchas veces mis deseos ciegos me hicieron atreverme a esperar el más pequeño de sus pensamientos. Pero ninguno llegó, solamente el silencio.

“Una vez más el conocimiento de qué tan ocupada se encuentra usted siempre, me hizo consciente de las razones de ese silencio. Sin embargo, todavía una voz, la más pequeña de mi esperanza, me dice”.

Y ahí se interrumpe la carta.

Condecorada con la orden de la Legión de Honor por el entonces presidente francés Nicolas Sarkozy, Havilland estuvo casada con el reportero Pierre Galante, con quien tuvo a su hija Gisèle, también periodista. En 1965 presidió el Festival de Cannes, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar ese puesto.

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