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Un rotundo “si”: hacia una nueva Constitución en Chile
En medio de la pandemia y la elección en Estados Unidos, el mundo ha volteado a ver al pueblo chileno, quien a través de un plebiscito ha decidido por un 78% que quiere una nueva Constitución. En un contexto global complicado ¿Qué hace que este proceso constituyente sea tan relevante?
El promedio de vida de una Constitución en el mundo es de tan solo 19 años[1]y se calcula que un 56% de las constituciones actualmente vigentes fueron redactadas bajo regímenes autoritarios[2]. Ambos datos, así de simples, resultan reveladores de la situación de las Constituciones alrededor del mundo.
Si tanto el cambio constitucional como la falta de legitimidad de origen son constantes alrededor de las Constituciones ¿qué hace de Chile un caso particular, al menos en América Latina, donde ese “activismo constitucional” es aún mayor que en otras regiones?
A pesar del número elevado de nuevas Constituciones, tal hecho sigue teniendo un carácter extraordinario para el futuro de cualquier Estado. Y es así por el alcance intergeneracional de un nuevo orden jurídico, a veces derivado de un proceso violento como una Revolución o un golpe de Estado, y otras tantas de la determinación pacífica de la sociedad. A diferencia de las reformas constitucionales, el proceso constituyente mira hacia el establecimiento de grandes principios, a poner las bases donde se discutirá y debatirá la política ordinaria, la del día a día.
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Los quiénes y cómo son preguntas esenciales en todo proceso constituyente. En el caso chileno destaca el papel definitivo de la ciudadanía para detonar el proceso en ciernes. En las últimas experiencias de creación de Cartas Magnas alrededor del mundo, el nivel de participación ciudadana es diverso. No hay un solo modelo para cambiar una Constitución, sino que los países se mueven entre una Asamblea Constituyente, integrada por ciudadanas y ciudadanos electos por sufragio popular para diseñar el nuevo texto constitucional, o vía Poder Legislativo, y en medio hay distintas fórmulas e incluso combinaciones. No obstante, la Asamblea Constituyente parece ser una alternativa poco preferida[3].
En el caso concreto de Chile, el “momento constitucional” ha sido detonado por la sociedad, principalmente por la juventud, la verdadera protagonista de la movilización popular desde 2006. La sociedad chilena decidió con un 79% la instalación de una Convención Constitucional integrada por 155 miembros electos por el voto popular, incorporando por primera vez en un proceso de esta naturaleza, el principio de paridad de género.
El margen de victoria a favor del cambio constitucional, además de la realización del plebiscito bajo un contexto de paz, son un buen comienzo para un proceso constitucional que se vislumbra complejo y que desde ahora sabemos que no podrá trastocar ciertos contenidos, como el carácter de República del Estado de Chile, su régimen democrático, las sentencias judiciales firmes y los tratados internacionales ratificados.
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Lo que sigue son distintas etapas de un proceso histórico que nace con una legitimidad popular de origen que habrá de cuidarse hasta el final, con el plebiscito para aprobar o rechazar la nueva Constitución. Pero el apoyo popular no será suficiente. Al final del día, como lo demuestran otros procesos constituyentes, hacer una Constitución es una tarea esencialmente política, donde la búsqueda de consensos entre ciudadanía y partidos políticos es esencial.
[1]PNUD. 29 de enero de 2020. “Mecanismos de cambio constitucional en el mundo”, Disponible en: https://www.cl.undp.org/content/chile/es/home/library/democratic_governance/mecanismos-de-cambio-constitucional-en-el-mundo0.html
[2]En Tom Ginsburg. 2013. “Frutos de la parra envenenada?”. Estudios Públicos. Disponible enhttps://comparativeconstitutionsproject.org/files/Fruto_Ginsburg.pdf?6c8912
[3]“En un estudio de 2009, de400 procesos de diseño constitucional,laasamblea constituyente fue utilizada en 143 casos, usualmente como actor solitario”. En Tom Ginsburg (2013).
Contacto:
Maestra en Políticas Públicas por la Universidad de Oxford y Licenciada en Ciencia Políticas y Relaciones Internacionales, por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Twitter: @palmiratapia
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.
Un rotundo “si”: hacia una nueva Constitución en Chile
Palmira Tapia Palacios
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