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La infancia, el big data y la educación financiera
Todos somos conscientes de que vivimos en una sociedad de consumo que nos invita o más bien nos empuja a que el proceso de compra nunca se detenga. Son muchos los estímulos que nos abocan a seguir unos patrones de consumo desmedido y urgente de todo tipo de productos y servicios. Las estrategias de venta son cada vez más sutiles y el comportamiento de nuestro cerebro cada vez está más estudiado, con lo que el diseño de ofertas seductoras resulta cada vez más tentador.
Junto a todo ello, los nuevos desarrollos tecnológicos como el manejo del big data y el uso de la inteligencia artificial, facilitan a los vendedores un conocimiento cada vez más refinado y preciso de nuestros patrones de consumo particulares. Sin embargo, las posibilidades de las nuevas tecnologías no se detienen aquí. La tecnología permite no sólo conocer cuales son nuestras necesidades, a través de nuestros patrones de comportamiento, sino que, además, permiten ofrecernos una financiación personalizada e inmediata en atención a nuestra capacidad específica de pago con la que poder adquirir esos productos que podrían interesarnos.
En realidad, no somos verdaderamente conscientes de todos los datos que generamos constantemente, ya sea con el uso que hacemos de las redes sociales o con nuestra actividad diaria de búsquedas en internet. Sin embargo, de lo que si somos cada vez más conscientes es que esa información es oro para los proveedores de bienes y servicios. Ya lo dijo el primer ministro británico Boris Johnson en su discurso en la sede de la ONU en el año 2019: “Es posible esconder secretos a tus amigos, a tus padres, a tus hijos, a tu médico – incluso a tu entrenador personal – pero se necesita un verdadero esfuerzo para ocultar tus pensamientos a Google”.
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A través del e-commerce podemos comprar de una forma sencilla, rápida y cómoda, a cualquier hora y cualquier día y encima lo podemos recibir allá donde queramos. Vivimos en la era de la inmediatez. Si queremos algo, lo necesitemos o no, lo podemos o nos hacen ver que lo debemos comprar rápidamente o más bien instantáneamente. Esa necesidad que se ha detectado es urgente y es preciso cubrirla. La reflexión en el proceso de compra está desapareciendo.
Hace unos años un domingo por la tarde podías pensar que necesitabas comprar algo, pero todo el comercio estaba cerrado y no era posible comprarlo hasta el día siguiente. En ese tiempo podías reflexionar acerca de esa necesidad y al final podías decidir no adquirir ese bien. Esto no sucede de la misma forma cuando utilizas el e-commerce como medio de compra exclusivo o al menos prioritario. Es cierto que en el comercio electrónico una vez lanzado el proceso de compra puede existir la posibilidad de cancelar el pedido. Sin embargo, no todo el mundo afronta emocionalmente de la misma forma la posible cancelación una vez que el proceso de compra se ha puesto en marcha. Hay mucha gente que simplemente no considera esta posibilidad o incluso que le da pereza cancelar lo que solicitó hace unos minutos.
Si todo esto sucede con los adultos formados, imaginemos que sucede en el caso de los niños. Los niños a través de numerosos dispositivos electrónicos están recibiendo publicidad constante de productos que les pueden interesar. El big data también opera con ellos y si nosotros vivimos en la era de la inmediatez, en su caso esta realidad se multiplica. Los niños por su propia naturaleza no reflexionan sobre el precio de las cosas o si se trata de útiles que realmente necesitan o no. Su cerebro quiere satisfacer de inmediato aquellas cosas que les apetecen y presionarán a sus padres con tácticas variadas para que les compren aquellos productos que la publicidad les ha hecho creer que necesitan. Ellos también desearán comprar productos a través del comercio electrónico de forma inmediata. Unos simples clics en el dispositivo y su compra se pondrá en marcha de inmediato.
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La labor de los padres en este punto no es sencilla. No se debe limitar a darles un no por respuesta en aquellos casos en los que las demandas del niño no sean lógicas. Si sólo se hace esto ellos se enfadarán, aunque sea momentáneamente, y en otro momento volverán a la carga con el siguiente objeto que desean. Insistirán e insistirán hasta que al final los padres terminen cediendo y es que una de las cosas que los niños aprenden rápido es la de saber hasta donde llega la “resistencia” de sus padres a la hora de cumplir sus deseos. Por esta razón, hay que explicar a los niños de forma sencilla para que ellos lo entiendan que es lo que hay detrás de la publicidad y que lo que muestran no siempre es tan bonito y necesario como parece. Hay que enseñarles cuales son los mensajes que se esconden detrás de los banners y esto es hoy más importante que nunca, ya que los niños se convierten en consumidores a edades cada vez más tempranas.
El consumo compulsivo o irracional impactará en sus finanzas futuras y por eso es un deber primordial de los padres el enseñarles hábitos financieros saludables. Es decir, hay que enseñarles a gestionar el dinero de forma racional y a que lleven un consumo responsable. Deben aprender a gastar de forma razonable y tienen que darse cuenta que el ganar dinero es un hecho que requiere esfuerzo y que no entra en las familias más que de forma limitada.
Decía Teresa de Calcuta que aunque creas que tus hijos no te escuchan, ellos observan tus actos durante todo el día. Si gritas ellos gritarán y si criticas ellos también criticarán. Con las finanzas sucede exactamente lo mismo. Si tus hijos ven que realizas muchos gastos innecesarios ellos también lo harán.
Contacto:
LinkedIn: Máximo Santos Miranda Ph.D.
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Maximo Santos Miranda
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