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Colosio y la fractura de la élite priista
La suerte de los países a veces cambia en minutos. Es lo que ocurrió con el homicidio de Luis Donaldo Colosio hace 26 años.
En este cuarto de siglo ( más un año), que pasó desde que Mario Aburto disparó dos veces al candidato presidencial del PRI, en Lomas Taurinas, Tijuana, pasaron muchas cosas, como es natural, pero algunas que revisten de un gran significa político.
En noviembre de 1993, cuando el PRI postuló a Colosio, el camino estaba pavimentado para su triunfo. El presidente Carlos Salinas gozaba de popularidad y además había logrado firmar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
Los astros los favorecían, pero la noche empezó a cubrirlos desde el arranque de 1994. El primer día del año, que también era el arranque formal del TLC, significó un balde de agua fría con la irrupción de un grupo armado, el EZLN, que declaró la guerra al estado mexicano.
La crisis mayor, sin embargo, la había generado Manuel Camacho Solís, ya que no tomó nada bien, no ser el candidato “destapado” de acuerdo a los usos y costumbres de aquella época. No quiso felicitar a su colega de gabinete y esto le complicaría, y de qué forma, su futuro.
Camacho fue designado secretario de Relaciones Exteriores en noviembre de 1993, para darle una salida decorosa de uno de los mayores centros de poder: la regencia del Distrito Federal.
Este movimiento se hizo con el visto bueno de Colosio, ya que una de las finalidades era quitar protagonismo y capacidad de operación política al propio Camacho, al menos mientras se serenaba.
La rebelión del EZLN cambió todo y Camacho fue llamado para encabezar las negociaciones con el subcomandante Marcos, dándole protagonismo y colocándolo, aunque no fuera la finalidad, como potencial sustituto del propio Colosio, ya que el trabajo en Chiapas no entraba en las prohibiciones legales ni temporales para poder aspirar a la presidencia de la República.
Al inicio de 1994 el presidente Salinas hizo otro cambio mayor en el gabinete y colocó a Jorge Carpizo como secretario de Gobernación, con dos misiones, la de colaborar en el establecimiento de la paz en Chiapas y la de lograr que la elección transcurriera sin problemas mayores. La primera de las responsabilidades era compartida con el propio Camacho.
Mario Aburto, el asesino solitario, hizo saltar por los aires lo que parecía solido o cuando menos resistente.
Con Colosio también murió un proyecto político y la élite priista se fracturó, provocando heridas que nunca terminaron cicatrizar. En la desgracia, las diferencias que se mantenían ocultas o que no afloraban del todo, se convirtieron en síntomas de que las enfermedades del viejo partido eran más que graves. Es más, Ernesto Zedillo, el sustituto de Colosio, llegaría a Los Pinos, pero entregaría el poder, por primera vez, a un partido distinto al suyo.
El calendario vio pasar a cinco presidentes de la República y tres de ellos por alternancia. El PRI ganó en dos ocasiones, la primera ese mismo año de 1994, con Ernesto Zedillo, y dos sexenios después, con Enrique Peña Nieto, quien seis años después entregó el poder al abanderado de Morena, Andrés Manuel López Obrador. El PAN gobernó 12 años con Vicente Fox y Felipe Calderón.
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