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198X, la nostalgia por los 80 nunca muere
La metaliteratura es un fenómeno lo suficientemente popular para haber sobrevivido por mucho tiempo. Los libros acerca de los libros, que contienen libros dentro de sí, o que reflexionan directamente sobre la experiencia de lectura es algo fácil de encontrar. Sin embargo, sigue siendo algo complicado señalar equivalentes de este fenómeno en los videojuegos. Uno de los pocos, pero más acertados, ejemplos de esto es 198X, una antología de mini juegos inspirados en la década de los ochenta que el año pasado fue lanzada para PC, PlayStation 4 y Xbox One, y que finalmente ha llegado al Nintendo Switch.
198X fue desarrollado por Hi-Bit Studios, que es un equipo con base en Estocolmo, pero con miembros y colaboradores en Francia y Japón. Este estudio de apenas 11 personas presentó el juego originalmente mediante una campaña de Kickstarter en 2018, prometiendo un producto de acción estilo arcade que se combinaba con el drama de una historia de paso de la niñez al mundo adulto. Un año después de conseguir el financiamiento, publicaron el juego en todas las plataformas, excepto en el Switch, donde ya está disponible.
La historia se desarrolla en algún momento indefinido de los años ochenta, de ahí el nombre 198X (muy al estilo de las historias de Mega Man, que se desarrollaban en el año 20XX). Seguimos la narración de Kid, un adolescente promedio que vive en Suburbia, una comunidad a las afueras de The City. Como cualquier chico de su edad, Kid se enfrenta a las complicaciones de esa etapa de transición, y pasa mucho tiempo solitario recorriendo las calles con su walkman. Un día descubre un negocio de arcades, y es aquí donde realmente comienza la aventura, ya que 198X en realidad se compone de cinco distintos mini juegos que Kid juega, cada uno de un género y características distintas.
El primer juego se llama Beating Hearts, y se trata de un beat ‘em up al estilo de clásicos como Final Fight, Streets of Rage, Double Dragon, y Teenage Mutant Ninja Turtles. Tomas el lugar de un personaje que es la proyección de Kid, que debe avanzar por calles infestadas de criminales, a los cuales debes vencer a mano limpia o usando armas. Aunque es un juego hecho en pixel art bidimensional —como los títulos de la época— te dan la ilusión de movimiento tridimensional al moverte en dos ejes.
Cuando terminas Beating Hearts llegas a Out of the Void, un shoot ‘em up 2D con temática espacial, en el que controlas una pequeña nave que debe abrirse paso entre numerosos enemigos. El avance es horizontal, siempre hacia la derecha, con la posibilidad de ir consiguiendo mejoras de las armas, hasta que llegas a la batalla final con un jefe. Como era típico de estos juegos, atravesar este nivel requiere de mucha precisión en los movimientos y memorización de los patrones de ataque de los enemigos.
El tercer capítulo es The Runaway un juego de carreas directamente inspirado en el celebrado y popular Out Run de Sega. Este es un perfecto ejemplo de movilidad 3D falsa, donde los objetos se acercan al jugador desde el horizonte, dando la ilusión de que nos movemos en el espacio. El objetivo es evitar el tráfico, para llegar a los check points antes de que se acabe el tiempo. Esta sección nos permite atravesar el desierto en un dramático atardecer hasta ver la noche caer con la ciudad de fondo, mientras aceleramos un deportivo rojo; es difícil encontrar una representación de los ideales estéticos de los ochenta más acertada que The Runaway.
Después sigue Shadowplay, un runner de acción donde controlamos a un ninja que lleva una máscara, que nos recuerda al estilo de Strider, o del primer Shinobi. Volvemos a tener una vista enteramente 2D y avanzamos siempre hacia la derecha, enfrentando samuráis, fantasmas y demás enemigos con nuestra espada, atravesando campos, bosques, cuevas e incluso la caída de una cascada, mientras al mismo tiempo esquivamos obstáculos.
El episodio final se llama Kill Screen, y es un dungeon crawler en primera persona, inspirado en títulos como Dungeon Master o Eye of the Beholder. Aunque éstos no eran específicamente experiencias arcade, sino más bien de PC, es una justa representación del momento en el que los videojuegos se convirtieron en parte importante del zeitgeist. Éste es el más largo de los cinco juegos, y nos lleva por una serie de laberintos de apariencia tridimensional donde enfrentamos monstruos y dragones, a los cuales debemos atacar usando únicamente cuatro comandos, hasta llegar al final.
Al mayor logro de esta antología es que sus cinco juegos, que son significativamente distintos uno del otro, logran capturar perfectamente los juegos en los que están basados, desde las mecánicas y los gráficos (todos en hermoso pixel art) hasta la música. Lo mejor es que el hilo conductor entre los juegos funciona excelentemente. Más que una colección de títulos inconexos sólo por razón de nostalgia barata, 198X se siente como una bella historia cohesiva que pone a los videojuegos en el centro, como una ventana de escape donde puedes vivir muchas vidas. Lo único malo es que acabar 198X nos lleva apenas una hora. Si bien es un tiempo bastante corto, el precio de venta es adecuado: las versiones de consola cuestan 10 dólares y en Steam la mitad.
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