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¿Qué hago con el aguinaldo?
Entre tantas lucecitas titilantes, ponches, moños, papeles brillantes, brindis —personales y corporativos— y toda la parafernalia decembrina, quedamos mareados. Por más que lo queramos soslayar, estos días también vienen acompañados con grandes presiones. Eso sí, el tema viene como envuelto en la mejor intención, que es la que más calamidades causa. ¿O, no? convives en las cenas de empresa, el amigo invisible te deja pistas de las cositas que le gustaría recibir en el intercambio y vuelves a casa con un inventario interminable de detallitos que le tienes que comprar a personas en todas las esferas de convivencia. A todas las mentes brillantes que ahora mismo están dándome la razón con el corazón en un puño y la cartera abierta en el otro, les tengo una pregunta: ¿qué van a hacer con el aguinaldo?
Llevamos varias semanas soportando estoicamente está analepsis, como si estuviéramos viviendo en un ensueño que nos da la impresión de que esto ya pasó. Diciembre llegó desde septiembre y para algunos ya estaba ahí desde agosto.
La ansiedad anticipatoria y sin remedio nos acoge mientras esperamos lo inevitable: un rastro inextinguible de la huella de carbono, duendes zombis que nos persiguen para que aprovechemos las ofertas de la temporada, Santa Clauses psicópatas que quieren entrar en nuestras mentes para convencernos de que eso que venden es lo que realmente necesitamos, abuelitas entrañables que preparan un pavo con proteínas de origen incierto y niños que al no encontrar el último artilugio debajo del árbol se comportan como si estuvieran sufriendo un ataque con electroshocks. Atroz. Y, ni hablemos de las cuentas abultadas que tendremos que pagar en enero. Momento y un poco de calma.
Para empezar, ¿qué es eso de blanca Navidad? Cuando era niña, pasábamos la temporada en Michoacán, tierra de mis padres, y me cansaba de mirar al cielo a ver si por suerte, esta vez sí nevaba como en las películas hollywoodenses. Nada, me he quedado arrastrando un agarrotamiento cervical de por vida. Luego, viene la urgencia por justificar las compras. La cuestión es que por querer pasar unas Navidades de miedo, terminamos temblando de terror y con unas sensación de vacío generalizado en el alma y en la cartera.
¿En qué momento nos tragamos tantas patrañas y permitimos que nos vaciaran los bolsillos, —además dejamos que eso sucediera en forma alegre y dócil—? Nos dejamos arrastrar por un remolino que quita juicio y dinero. Estamos tan encandilados con el titileo de los arbolitos y tantas figuras que ya no sé si estamos celebrando la Navidad, el fin de año, el frío o la temporada invernal. Entre osos polares —en extinción los de verdad— renos con narices rojas, suéteres feos de temporada, dulces, brindis y detallitos, vemos como nuestros botes de basura se atiborran de esos de cosas que no sirven más que para estorbar.
Sin embargo, un poco de juicio y consciencia nos pueden ayudar en medio de ponches y copas al viento. El aguinaldo es una prestación que nos hemos ido ganando cada día del año y es muy injusto que la gastemos en un abrir y cerrar de ojos sin saber en qué terminó todo este esfuerzo. Es un error destinar este dinero para solventar los gastos de diciembre. Una mejor perspectiva es utilizarlo en algo que sea duradero. Si nos tardamos todo un año en generarlo, es una pena que nos lo botemos en un fin de semana de compras irracionales.
Me parece que una mejor perspectiva es usarlo en algo que sea perdurable. Tal vez nos pueda servir de base de ahorro o para solventar deudas que se han venido arrastrando a lo largo del año. Probablemente, hayamos retrasado la compostura de algún desperfecto de la casa o nos hayamos hecho de la vista gorda con ese foquito que se le enciende al auto que nos previene que ya le toca el servicio, o necesitemos llantas nuevas para el auto: ese sería un buen destino para el aguinaldo.
Para hacer un buen uso del aguinaldo hay que mostrar mucho temple porque las tentaciones se multiplican en esta época. Pero, en medio de toda esta vorágine de mercadotecnia y estrategias de ventas, también se pueden encontrar buenas oportunidades que se pueden aprovechar. Antes de comprar, hay que reflexionar. ¿Qué nos hace falta? La lista puede incluir desde los antojos, caprichos, extravagancias. Tampoco se trata de volvernos unos aburridos. El chiste es saberle dar prioridad a lo que realmente vamos a poder disfrutar a lo largo del año.
Es decir, si nuestra computadora es muy lenta, si nuestro teléfono móvil se rompió y son herramientas que nos harán la vida más dulce a lo largo del año y no serán un bocado pasajero que olvidaremos en un cajón o en la esquina del clóset, entonces podemos palomearlo. Sí no, no. El desperdicio al que nos sometemos en esta época del año puede generarnos mucha melancolía en los meses subsiguientes. Sin embargo, si somos conscientes y temperantes lograremos tomar decisiones juiciosas que abonaran a nuestra alegría.
Te recomendamos: Cuándo debes recibir tu aguinaldo y cómo saber si está completo
- No hay que gastarlo todo. Por más ofertas y descuentos que nos ofrezcan, no hay que caer en la tentación de despilfarrar el fruto de tu trabajo.
- No hay que abusar de la tarjeta de crédito. Las tarjetas de crédito son herramientas útiles a la hora de comprar si las sabemos usar. Siempre hay que tener en mente las cuentas las vamos a tener que pagar.
- No hay que pasarse de generoso. Sabemos que estas fechas se basan en el amor, la convivencia y generosidad, por eso los obsequios son muestras de aprecio que no deben dejarnos con deudas inmanejables.
Lo mejor es elaborar un presupuesto. Antes de hacer cualquier cosa con tu aguinaldo, es bueno establecer un límite de gastos para reconocer necesidades básicas. Además, un presupuesto ayuda a planear los gastos para las fiestas de Navidad y Fin de Año y así evitar las prisas y las compras de pánico. Si adquieres con anticipación lo que necesitas, es más probable que lo encuentres a buen precio y con la calidad que deseas.
Un buen uso del aguinaldo es pagar las deudas. Si una de las intenciones más comunes en Año Nuevo es dejar todo lo malo atrás, para poder tener un nuevo comienzo, eso debería aplicar también en tus deudas.
Ahorrar es pensar a futuro y eso puede evitar muchos problemas en el presente, por lo que es importante reservar una parte de tu aguinaldo para posibles gastos imprevistos o bien, para contar con los fondos necesarios y sobrellevar la temida cuesta de enero. Lo único que sí tenemos que hacer es no malgastar nuestro aguinaldo.
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Correo: ceciliaduran@me.com
Twitter: @CecyDuranMena
Blog: Las ventanas de Cecilia Durán Mena
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