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Mito o realidad: Tacones embellecen a la mujer
Esta nota fue publicada originalmente el 3/5/19
“Denle a una chica el par de zapatos perfecto… y conquistará el mundo”, dijo alguna vez Marilyn Monroe y este es el punto de partida para quienes creen que los tacones tienen algo de hipnótico.
Para aquellos que sostienen que el tacón embellece la figura femenina, o para las que sólo es un mito o uno de esos tantos postulados sociales, primero decimos que el origen de este tipo de calzado se remonta al antiguo Egipto, cuando los carniceros se ponían unas suerte de plataformas para evitar mancharse los pies de sangre.
De entrada vamos a lo médico, porque analizar un aspecto tan importante para el mundo de la moda como es el calzado, requiere al menos un punto de asidero en lo profesional y técnico.
Helen Fisher, antropóloga y directora del departamento de Investigación de la Universidad de Rutgers, en New Jersey -Estados Unidos-, quien ha dedicado su vida a analizar la neurobiología del amor, da detalles sobre lo que hoy nos ocupa.
Lo que causa
De acuerdo a Fisher, cuando las mujeres usan tacón estos le provocan un cambio postural: principalmente reflejado en una lordosis más acentuada que la normal. Aclaramos que la lordosis es la curvatura fisiológica de la columna de los seres humanos en la región cervical o lumbar.
Unos 8 o 10 centímetros profundizan el arqueamiento de la espalda baja, propulsando el derriére hacia atrás y una necesidad de ‘acomodarse’ y erguirse para simplemente mantener el equilibrio, logrando que la caja toráxica se enaltezca, y como consecuencia, resalte el busto.
Es la postura de la uróloga italiana, María Cerruto, la que afirma el análisis de Fischer y que esa lordosis acentuada da sensación -no menos visual- que levanta los glúteos femeninos.
Asimismo, sostiene que “cuando una mujer usa tacones, los músculos del suelo pélvico se encuentran en una posición que aumenta su fuerza y la habilidad de contracción. Estos músculos son un componente esencial en el cuerpo femenino”, explica la especialista.
Por lo tanto, esos músculos, además de proveer asistencia al acto sexual, dan un apoyo vital a órganos como la vejiga, el intestino grueso y el útero, por lo que usar tacones además podría ser la solución y una forma cómoda de mejorar la satisfacción sexual femenina.
Cómo se ve
Si no es su caso, tal vez usted sea de ese gran porcentaje de damas ‘taconless’, pero sí cabe decir que esta fascinación por usar tacones altos no sólo obedece a un aspecto sociocultural o hasta fetichista.
Sino también que, a veces, su uso acentúa ciertos patrones de la marcha femenina -pasitos más cortos y más giro de la cadera al desplazarse-, que la hacen ver más atractiva, especialmente en su andar.
Es obvio que 10 o 12 centímetros más aportan una cuota de proporción al cuerpo, haciéndolo estilizado y seductor. Puntualmente, más armónico visualmente en el caso de las no muy agraciadas en altura.
Cómo se percibe
Son muchos los que añaden que la mujer en tacón proyecta un aura de seguridad en sí misma y en su atractivo sexual.
Otros señalan otro aspecto sicológico: que los tacones altos literalmente elevan la autoestima femenina, y hacen que se sientan más deseables y poderosas, aunque eso a veces se mimetice, con que “sólo los uso por elegancia”.
Según Patrícia Soley-Beltran, licenciada en Historia Cultural, doctora de Sociología del género y miembro honorario del departamento de sociología de la Universidad de Edimburgo, sostiene desoladoramente que “con los tacones te fragilizas, muestras que estás dispuesta a sufrir, a ofrecerte al otro, a someterte”.
Según Soley-Beltran, “puede que una mujer disfrute poniéndose tacones y se vea más guapa, más sexy e incluso más poderosa. Es una mujer que asume esta sexualización y capacidad de seducción desde un rol predeterminado”.
En una entrevista periodística, la socióloga añade que, usar tacones “es un juego un poco peligroso, te pueden tachar de buscona. Efectivamente. En un contexto de igualdad de oportunidades profesionales puedes escoger jugar a un juego de sexualización, o no hacerlo. Pero en un contexto de desigualdad real y simbólica como el que vivimos, en el que, abreviando mucho, aún se premia más el cuerpo en las mujeres y la mente en los hombres, no estamos jugando en condiciones de igualdad”.
El documental realizado por alumnos de la Escuela de Cine de Barcelona, “Deu centímetres més a prop del cel” -diez centímetros más cerca del cielo-, aborda el asunto en una perspectiva similar a la nuestra, pero brinda más testimonios, como el de una pareja de jóvenes que entre ellos se explicaban que “es incomodísimo, me los pongo una hora y ya sufro”. Y el chico decía “sí, pero a mí me gustan”.
Cerrando el círculo
La pregunta que surge es ¿para presumir hay que sufrir? De acuerdo al portal Taconless, para nada, las mujeres tienen ese concepto muy arraigado, pero no hay por qué sufrir para sentirse sexy.
Principalmente el tacón no resulta tan “sufrido” para aquellas que no ostentan tanto peso, ya que la cuestión de sostenerse sobre los empeines como las bailarinas es algo que no es aceptado por gran parte el universo femenino.
Pero sí habla mucho de quien lo usa, en mayor proporción, quien lleva tacones no toma transporte público y más si lleva unos Louboutin, unos Gianvito Rossi o unos Jimmy Choo.
Pues la realidad, es que si usted gusta de tener una figura mas estilizada, empoderada y atractiva, los tacones son lo suyo. Y sin olvidar lo que causará en ellos.
Hay opiniones masculinas, como la de quien suscribe, que “el tacón hace a la magia de sostener una pareja saludable. La elegancia en el contexto del amor, exacerba sin duda el impulso sexual, y prolonga el romanticismo”.
Pero el cariño de una relación de largo plazo o el apego -por este u otros motivos-, como dice Helen Fischer: el tercer componente del sistema cerebral relacionado con el amor, es digno de otro texto.
Y lo demás, son todos mitos.
*Periodista, editor, músico, compositor, productor musical, ingeniero de mezcla y mastering en TTTStudio
Contacto:
Correo: jarturi@forbes.com.mx
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Mito o realidad: Tacones embellecen a la mujer
Giorgio Arturi
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