MONTERREY, N.L. (apro).- Muy pocas veces un niño ha sido tan maltratado en alguna comedia mexicana como el personaje de Alan en Ahí te encargo (2020).
El chico, interpretado por Matteo Giannini, es tratado como una mascota por su madre, que lo abandona en brazos de Alex (Mauricio Ochmann) quien, aún más irresponsablemente, lo confina de manera inaceptable, lo cuida sin precaución, y lo esconde de su pareja.
La cinta, escrita por Tiaré Scanda y Leonardo Zimbrón, se concentra en las vicisitudes de un publicista joven que siente el llamado de la paternidad y que un día tiene que ocuparse de un niño pequeño. Es imperativo que no lo encuentre dentro del mismo departamento que comparten su esposa Ceci (Esmeralda Pimentel), que no quiere saber nada de hijos y se esmera en impulsar su propia carrera en una importante firma internacional.
La cinta extraída directamente de la escuela de Eugenio Derbez, que a su vez toma elementos del humor de Adam Sandler, bien puede llamarse No se Aceptan Devoluciones II, por su formato de lecciones ocurrentes sobre la paternidad, con un dramón final, también incluido.
Presentada por Netflix, esta aventura romántica de corte familiar y producción modesta, pretende aportar un comentario social sobre los roles de género en la actualidad, pues el marido demanda que su esposa le dé un hijo, por que, como mujer, es un instrumento de reproducción, mientras ella quiere disfrutar su juventud y su profesión. Hay una crítica a los desapegos de las parejas modernas, en las que uno busca su confort, sin atender con propiedad las necesidades del otro.
Sin embargo, el guión deficiente hace que toda voluntad creativa por emitir un contenido, serio o festivo, quede en un intento, que se pierde en detalles mal cuidados.
La historia demanda niveles inaceptables de ceguera, para no ver las enormes inconsistencias de lógica que no pueden ser pasadas por alto, pese a que es una comedia, y por más simpatía que se pueda sentir por el cine nacional. Aunque se sabe que la progresión dramática se debe, mayormente, a malas decisiones, aquí se ocupan de mostrar pifias inverosímiles, que minan el sustento de la anécdota.
El espectáculo se concentra en Ochmann, que demuestra compromiso y concentración, aunque no pueda lucirse por una dirección que le pide, mayormente, que haga caras y gestos, mientras la historia se queda en tierra, sin despegar, por la falta de un medianamente sólido riesgo narrativo.
Y el esperado arco de los personajes se revela en un desenlace cercano al anticlímax.
Ya en el epílogo, se confirma que el bebé es tratado como un cachorro, por unos padres que no saben qué hacer con su vida, aunque pretenden dividir la familia. Pero no hay de qué preocuparse. Al final, el enorme problema logístico que representa la llegada inesperada del pequeño, se resuelve de un plumazo, por la magia de la licencia creativa.
Ahí te encargo es una propuesta mexicana que pudo ser mucho mejor.
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