Forbes México.
Al borde del precipicio
Por: Julio Pilotzi*
Sin duda el fondo de la doctrina económica lopezobradorista es encomiable. Tratar de revertir las ancestrales y profundas desigualdades que han imperado en México a lo largo de su historia, no debe ser objeto de una condena, sobre todo si consideramos que el 1% más rico tiene más de ocho veces la cantidad de riqueza que los 62 millones de personas en situación de pobreza por ingresos, de acuerdo con Oxfam México.
Pero iniciar una carrera desbocada quitando a los ricos para dar a los pobres sin estimar las consecuencias que pueda acarrear el debilitar a la planta productiva, la consecuente disminución de la recaudación fiscal y el debilitamiento de quienes generan los empleos en nuestro país, representa activar una bomba de tiempo que estallará en las manos del presidente mucho antes de que concluya su mandato.
Si a este coctel le agregamos los efectos de la paralización por la emergencia sanitaria, que tiene postrado al mundo entero, el escenario se torna tan adverso que nos devolverá a una situación semejante a la que vivió México hace un siglo, en que la Revolución nos diezmó terriblemente.
El panorama pinta aún más dantesco, si el responsable de conducir el rumbo de la nación interpreta los diagnósticos como ataques a su régimen o como visiones “neoliberales” que salen del contexto en que ubica a la transformación que ha impulsado en año y medio de gobierno.
No se están atendiendo las reglas más elementales de la política económica basadas en el estímulo a la inversión extranjera, el reforzamiento de las estrategias para elevar la recaudación y la creación de condiciones para generar más empleos y con ello más desarrollo. Los afanes ideológicos están avasallando los principios de la economía.
Acabamos de perder 8 posiciones en el ranking mundial de inversión extranjera; Moody’s recortó en dos escalones, de ‘Baa3’ a Ba2’ la calificación de Pemex; con esta ya son dos las calificadoras que ubican a la empresas productiva del Estado en los llamados bonos “basura” perdiendo, de paso, el grado de inversión. Petróleos Mexicanos luce hoy como un tronco que se sostiene en pie a fuerza de apuntalarlo; y aun así confían en que pronto lloverán de entre sus ramas los frutos y su sombra volverá a protegernos.
Como nación, las estimaciones más optimistas en términos de Producto Interno Bruto para el año en curso ubican un decrecimiento de cuatro puntos porcentuales. Aunque el Fondo Monetario Internacional estima la caída en -6.6% y el Bank of America, en -8%.
Pero lejos de convocar al gabinete económico y a los grandes empresarios que alimentan las arcas, de encender las alarmas y diseñar un plan técnico, consensuado con los más autorizados en la materia, la respuesta sigue siendo la misma: desestimar los razonamientos y politizarlos, desvirtuar los alcances de las señales y sustentar la ansiada recuperación en la cobija del T-MEC. Con la crisis sanitaria por el Covid-19, todas las fuentes de ingresos que nos han mantenido a flote por decenios: empleos, remesas, petróleo y turismo, están recibiendo el peor embate jamás visto. La economía mexicana está en terapia intensiva, entubada, pero se niegan a practicarle tratamiento alguno.
Uno de los diagnósticos más demoledores se encuentra en el artículo titulado “Rey de los zapatos” que publica el periódico inglés The Economist, que sentencia: “la terquedad (del presidente) puede empeorar lo que podría ser la recesión más profunda de México en casi un siglo”. Y qué decir del Financial Times que lo ubica como “el único en su clase al negar la necesidad de implementar un gran estímulo fiscal y monetario para rescatar a la economía de la recesión”.
El impacto vendrá necesariamente. Nada ni nadie parece que pueda impedirlo. La falta de preparación en materia económica, la obstinación en un modelo idealista, el autoritarismo y la arrogancia se imponen a cualquier recomendación dentro y fuera del gabinete, dentro y fuera del país. Resulta absurdamente aterrador cómo avanzamos hacia el colapso de manera inexorable, sin que nadie mueva un dedo. O el presidente reconsidera y deja que operen los expertos, o el choque tendrá efectos devastadores.
Apostar todo a la distribución de recursos entre los más necesitados y al T-MEC, -cuya fecha de lanzamiento oficial está programada para el próximo 1 de julio- para relanzar la economía derivada de malas decisiones, primero; y el Covid-19, después, no garantiza que podamos superar este trance, al menos en el mediano plazo. Se requieren con urgencia decisiones sustentadas en la capacidad productiva de todos los sectores para alcanzar una recuperación integral y no segmentada.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.
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