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La polarización de México
La polarización se está conformando como una de las tendencias centrales que mueven y definen al mundo de la tercera década del siglo 21. Sirve lo mismo para explicar la situación actual de Estados Unidos, que la de México, Chile, Perú, Brasil, Reino Unido, Francia, Hong Kong y una muy buena porción de los países del mundo.
La polarización es un concepto que se deriva de la física para explicar el comportamiento de las ondas eléctricas y magnéticas, que adaptado a la ciencia política, se refiere a la división en extremos opuestos del pensamiento donde la moderación pierde adeptos e influencia y se da pie a ideologías binarias e identidades políticas opuestas. La dinámica de este sistema es el conflicto constante y la falta de consensos.
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La lucha de contrarios tradicional para explicar la polarización política respecto de la izquierda y la derecha, pierde relevancia hoy día y da pie a una enorme complejidad con posturas respecto de la economía, el desarrollo, la desigualdad, el acceso a derechos y libertades -o su limitación-, el medio ambiente, la ley, la ética, las instituciones, la historia, y los valores, aspiraciones y prioridades nacionales.
Para complicar aún más este escenario, en el entorno actual de polarización muchas personas aprueban o desaprueban a sus gobernantes, no por su desempeño efectivo en la labor de gobierno, si no por narrativas que generan sentido de identidad y empatía para grupos que han sido o se sienten excluidos y culpan a las élites -vistas como prepotentes y corruptas- de su situación personal y de la suerte del país. Si para combatir la prepotencia y el privilegio se tiene que pasar por un periodo donde la economía no crezca, el empleo se reduzca y la pobreza aumente, están dispuestos a tolerarlo.
Entre democracia y acabar con el estatus quo, ejerciendo un importante sentido de reivindicación en el camino, prefieren lo segundo. En el otro polo estamos todos los que no comprendemos cómo alguien en sus cinco sentidos está en contra de la democracia, las instituciones, la prensa y la expresión libres, el crecimiento económico y relaciones funcionales con el mundo. De manera fantasiosa y muchas veces superficial, recreamos entre nosotros mismos la idea de que la racionalidad nos asiste y que ello es suficiente, por lo que nos damos a la tarea de “educar” y confrontar a quienes toleran lo que desde nuestra postura es la dañina ineficacia gubernamental.
Definidos por la polarización y atizados por el populismo, están coexistiendo los dos Méxicos de hoy que no son el de arriba y el de abajo, ni el de la derecha y la izquierda, si no dos espectros de nuestro país peligrosamente confrontados, mutuamente excluidos y nada comprendidos y comunicados entre sí. Antes de cualquier exigencia desde el egoísmo y el merecimiento, deberíamos en lo individual, comenzar por comprender esta delicada situación y hacer algo de mea culpa por su existencia.
El paso siguiente no puede ser tratar de aniquilar políticamente al otro, lo cual además de francamente imposible, avista riesgos que nos quedaban lejos pero que cada vez asechan más como una posibilidad en la práctica: levantamientos sociales y violencia exacerbada e intervención del ejército para buscar la paz social, como ha sucedido recientemente en otros países del hemisferio. Si aspiramos a un desenlace pacífico para el futuro de México, el próximo paso debe ser necesariamente el diálogo, la comunicación, tratar de entender la posición y razones del otro y comenzar a construir una idea de camino común. Aún estamos a tiempo. Recordemos que el temor y la esperanza nacen juntos, pero también, juntos se mueren.
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