MONTERREY, N.L. (proceso.com.mx).- Existe un universo alterno, mucho más emocionante que el conocido, que solo se puede admirar si lo presenta el gran genio Christopher Nolan.
Tenet, su más reciente creación, es un delirante juego de paradojas temporales y saltos cuánticos en el tiempo, que solo podrá ser comprendido con una segunda o tercera revisión. Si acaso.
Es difícil entender con una sola mirada el abstracto panorama que se presenta, en el que ya no solo se puede viajar en el tiempo para llegar a un día que ha quedado a tras, si no que, también, se puede llegar a través de los hechos, es decir, el viajero puede avanzar a través de los segundos, pero mientras el mundo se desplaza extrañamente en reversa.
¿Parece extraño? Lo es. En algunos momentos parece que, junto con el boleto de entrada al cine, se debe entregar un manual para comprender las implicaciones científicas que presenta el escritor y director Nolan, al retar la lógica con una propuesta tan atrevida que no parece tener paralelo en la historia del cine.
Ya había jugado audazmente con el tiempo y los estados alterados de la mente en El Origen (Inception, 2010) e Interestelar (Interestellar, 2014), pero aquí alcanza definitivamente niveles alucinantes que muy difícilmente podrá superar.
Aunque es difícil de elaborar una sinopsis, lo que queda claro es que en Tenet un agente secreto sin nombre (John David Washington) tiene la encomienda de rastrear a un magnate despiadado (Keneth Branagh) que ha decidido acabar con la humanidad.
Para ello, debe seguir su rastro auxiliado con un invento relacionado con la radiactividad que puede hacer que las personas salten en el tiempo, pero consiguiendo que los sucesos ocurran a la inversa, como si se regresara la imagen de una videograbadora.
Llega un punto en el que la científica que explica el proceso le pregunta al agente: “¿Ya te dolió la cabeza?”, y le pide que desista de entender, porque la explicación requiere de un estudio minucioso de la teoría de la relatividad y de la existencia de universos paralelos infinitos.
Así debe de disfrutarse la cinta, sin plantearse demasiadas interrogantes que no serán resueltas, mientras se observan las maravillosas secuencias de acción pero, sobre todo, las escenas en las que los personajes viajan en una dinámica temporal invertida, ya sea en una carretera a alta velocidad o en un campo de batalla, donde las balas silban… pero mientras regresan a los fusiles.
La ovación completa es para Nolan, que se atrevió a montar una colosal odisea de ciencia ficción, metiéndose en una temática tan a oscura y, por momentos, ininteligible que, sin embargo, puede ser disfrutado por sus maravillosos méritos técnicos, con una ambientación genial y unas espectaculares escenas de acción, que incluyen el choque real de un avión jumbo.
Aunque la historia adolece de elementos emocionales, pese a que hay por ahí una subtrama menor con tensión romántica, Washington y Robert Pattinson hacen una química genial como la pareja de infiltrados que terminan haciendo equipo, por necesidad de supervivencia y porque aprenden a confiar mutuamente.
En el mundo bizarro de Tenet es mejor sacar las manos, para dejar que el rompecabezas se arme solo, porque, lo que se ve, es para ser gozado, no entendido.
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